Dentro de este concepto, y armándome de valor decidí pasar unos días en las hermosas playas de Nacapulco (sí, se puso un N de manera intencional), Guerrero. Estado lleno de sicarios y grupos de autodefensas, playas conocidas por ser hogar del patrono supremo de todo Mirrey (o sea Luis Mirrey), y la verdad, que sabiéndo buscarle bien, se come bastante, bastante bien.
Lo que le voy a compartir señor lector, es un secreto mejor guardado que la fórmula secreta de la Coca-Cola o la locación exacta del CEO de Oceanografía (para nuestros amigos del CCH CEO es el mero mero de una empresa), la mejor cocina nunca se va a encontrar en lugres ostentosos ni lujosos, sino en pequeños locales donde todo se hace a mano y con cuidado y dedicación.
Justamente a 267 metros del Palacio Mirreynal (o sea el Baby O') hay una persona, cuyo negocio es el de hacer helado de coco desde hace más de 40 años, y si usted se puso una fiesta de vendedor de tomates de la Central de Abastos (como pudiera ser común en Acapulco) y despierta después de las 12 del día (consecuencia lógica e inminente después de parreandear duro) es un hecho de que NO VA A ENCONTRAR ESTE HELADO DE COCO.
Dicho artesano culinario llega a la esquina de Juan Sebastián Elcano y James Cook en la Colonia Costa Azul exactamente a las 10:00 am, y para las 12:30 ya no hay helado de coco, ni raspándole a las paredes. El helado es hecho con ingredientes 100% naturales, y el resultado es MA RA VI LLO SO, de textura suave, sabor intenso y bastante ligero, así que si usted señor lector algún día se da el enorme placer de ir a comer este heladito, sin problema alguno le entrará un litro, y seguro pedirá otro para llevar, y otro para la carretera.
Hay cosas tan sencillas en la vida, como lo es pagar 15 pesos por un helado de coco, 100 por el litro, y son las cosas sencillas las que hacen que todo momento sea extraordinario.
D.D.